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MI HISTORIA DE ABANDONO
Mi nombre es Francisco Javier, pero mis amigos me conocen mejor como Javier o el diminutivo Javi. Nací en España, en un pueblo pequeño de la Mancha, la tierra donde Miguel de Cervantes se inspiró para escribir el libro titulado “El ingenioso caballero Don Quijote de la Mancha”. Puedo reconocer en mi sangre algunas notas de ingenio y también de actitud ‘quijotesca’. Muchos podrían decir que tengo un espíritu soñador y arriesgado, pero eso no fue siempre así. Algo muy importante sucedió dentro de mí que despertó ese espíritu dormido y amarrado. Como consecuencia de ese despertar inesperado, muchas decisiones que he tomado después en mi vida se consideran demasiado arriesgadas para la mayoría de las personas, incluido familiares y amigos. Después de varias decisiones humanamente arriesgadas me encuentro ahora en este país de Estados Unidos en el que ni en mis sueños me hubiera imaginado. No solo fue un salto de gigante viniendo mi origen de un pueblo de tan solo diez mil habitantes, sino que el idioma no era precisamente algo que me atrajera o me sintiera cómodo para hablar. Lo que todo el mundo puede ver es que la dirección del país donde uno vive cambia, pero lo que no se ve y solo muy pocos saben es la serie de pasos de fe y abandono interior a lo que uno cree que es la voluntad de Dios. Esa entrega confiada a Dios en medio de las incertidumbres y los miedos humanos, es lo que en ingles se llama ‘surrender’. ¡La razón del nombre de este ministerio, ‘Surrender is Good’, que empiezo con esta página web tiene como intención transmitir el fruto de abandonarse en Dios y de animar a muchos a tomar este camino de abandono en las manos de Aquel que te ama más que nadie en el mundo! Esta es la razón y el motivo del nombre de esta página web: convencer a todo aquel que se sienta amarrado y atado a pensamientos, afectos y comportamientos que le impiden sus sueños de libertad, a que se abandone (a Dios) porque esa puede ser la solución, ¡porque abandonarse a El hace bien! (“Surrender is Good”).
Antes de llegar a Estados Unidos, viví 10 años en otro hermoso país de las Américas, el más largo del mundo, Chile. Apenas terminé mi doctorado en Biología Molecular y Celular en la Universidad Autónoma de Madrid, y sin una peseta (o euro) me embarqué rumbo a Chile. Al subirme al avión rumbo a Santiago de Chile ese 27 de enero de 2002 deje todo lo que tenía, o más bien dicho me abandoné (‘I surrendered’) en las manos de Dios, sin la más remota idea de lo que iba a encontrarme o qué sería de mi futuro. ¡Y Dios no me defraudó! Me regaló el inicio de un camino de sanación interior profundo y me ofreció (sin que yo se lo pidiera) un regalo que yo no esperaba: mi querida esposa y mis hijos. Y al leer esto te preguntaras ¿por qué alguien podría dejar todo lo que ha conseguido con esfuerzo? La respuesta general y simple es que encontré un proyecto mejor y más emocionante que no tenía que ver con conseguir mis metas, sino cómo encontrar mi camino. Puedo decir que abandonarse a Dios y entregarle todo es algo muy fácil cuando uno se siente rescatado de una vida de esclavitud y cree que los planes que Dios tiene para uno son mejores y más grandes que los que uno puede imaginar (cf. Isaías 55, 8-9). ‘Porque yo (el Creador del Universo) conozco bien los planes que tengo proyectados sobre ustedes – oráculo del Señor – son planes de prosperidad y no de desgracia, para asegurarles un porvenir y una esperanza’, dice en el libro de Jeremías 29, 11. Aquel que me fue a buscar a un pueblo pequeño llamado Consuegra sabia cuanto necesitaba desesperadamente ser auténticamente libre de mis esclavitudes y adicciones escondidas, liberarme de mis heridas emocionales y espirituales y romper patrones dañinos de pensamiento. Si, ¡Dios me liberó! Y yo simplemente me abandoné a Él voluntaria y felizmente; y le entregué todo, y el efecto no fue bueno, sino que fue ¡muy bueno! Le di todo a Dios en agradecimiento por mi liberación y El me devolvió todo con creces dándome una esposa y una familia, un renacer profesional y un camino lleno de bendiciones materiales y espirituales. No fue acaso esa la forma de actuar de Dios con su hijo Jesús. Jesús escucha la voz de Dios y se cree que es el Hijo Amado del Padre (cf. Marcos 1, 11). Ese es el motor y la motivación por la que Jesús, el Hijo, se entregó totalmente al Padre hasta dar su vida física en su muerte en la cruz; y el Padre a cambio le devolvió todo renovado, resucitándole de entre los muertos en la carne y en el espíritu, y acompañado con el regalo de la fecundidad: muchos que gracias a él tendrían también la oportunidad de resucitar con El de sus propias muertes (cf. Juan 11, 25). Y no solo para que resucitemos en la carne una sola vez al final de los tiempos, sino para que resucitemos espiritualmente tantas veces como necesitemos. ¡Por eso vuelvo a repetir que entregarse y abandonarse a Dios es algo bueno, y hace mucho bien! Y por eso elegí este nombre para este ministerio en las palabras en inglés “Surrender is Good”, que significa “Abandonarse (a Dios) es bueno”.
Jesús se abandonó al Padre y con su muerte pagó un gran precio para hacerme libre. Yo no tenía idea qué significaba ese mensaje central del evangelio, hasta que un día 25 de Julio de 1998 lo experimenté y lo entendí dentro de mí, sin palabras y sin usar mi inteligencia, sino desde mi corazón. Fue el momento en el que yo podría haber tomado estas palabras que Job dirige a Dios y que están al final del libro de Job, capitulo 42, versículo 5: ‘Hasta ahora solo te conocía de oídas, pero ahora te han visto mis ojos’. “Conocer” es un verbo en la Biblia cuyo significado en hebreo significa ‘tener intimidad con’. ¡Qué mayor intimidad que Dios entre dentro de ti y te transforme de dentro hacia fuera! Esto es similar a lo que la unión intima entre un hombre y una mujer puede generar en plena fecundidad: la generación de una nueva vida. Hasta entonces sólo conocía a Dios con mi cabeza, de oídas, pero eso no me hacía ni más feliz ni más libre. Pero esa tarde calurosa de verano, Él se acercó a lo más íntimo de mí, a lo más escondido y simplemente me dejé abrazar como el padre del hijo pródigo (cf. Lucas 15, 20). Después de experimentar ese abrazo profundo, transformante en mi interior, me brotó espontáneamente abandonarme a Él para que me rehiciera de nuevo. Porque yo sabía intelectualmente que en la Biblia decía que Dios hace nuevas todas las cosas (c.f. Apocalipsis 21, 5), pero yo no creía realmente que podía ‘limpiar y regenerar en mi un corazón nuevo’. Esa experiencia la llamo “El abrazo que me salvó la vida”, y fue una experiencia tan poderosa que en apenas unos 10 minutos consiguió lo que yo no había conseguido en años, sentirme completamente y totalmente amado, encontrar la paz interior, y por tanto con una nueva motivación, lleno de alegría y ganas de vivir. Esa experiencia no fue una ilusión o fantasía, sino la evidencia espiritual personal que yo necesitaba para creer con convicción en lo que sólo conocía teóricamente, pues mi conducta cambio casi instantáneamente en casa, en mi vida pública y en mi vida privada y escondida. Dios que es Amor, al tocar y abrazar de raíz mi vacío existencia y mi desesperanza de creer que yo ya no podía cambiar y vivir libre, consiguió revertir un patrón de pensamiento destructivo que incluía dolor emocional, culpa y vergüenza, y una conducta adictiva que me hacía mucho daño.
